Carta a mi ex: reflexiones y agradecimientos que ayudan a soltar y avanzar

Hola,

No sabía si escribirte o simplemente dejar que el tiempo hiciera lo suyo.... Pero al final he pensado que hay cosas que no se deben guardar, aunque duelan.

Nuestra historia terminó, y sí, me duele. Duele porque compartimos momentos reales, porque hubo cariño, complicidad, amor y cosas que, aunque ya no estén, existieron de verdad. Me cuesta aceptarlo, pero entiendo que a veces el amor no es suficiente para quedarse.

No quiero escribir desde el rencor, porque más allá de lo que no funcionó, también hubo cosas buenas. Aprendí contigo, reí contigo, y hubo días que fueron luz. Me quedo con eso, sin endulzarlo ni convertirlo en más de lo que fue.

Espero que encuentres paz, que sanes tus propias heridas, y que aprendas —como yo intento hacerlo— a soltar sin perderte.

No escribo esto esperando una respuesta inmediata ni queriendo remover lo que tal vez estás intentando dejar atrás. Solo quiero hablarte con el corazón abierto, sin máscaras ni orgullo.

He pensado mucho en nosotros. En lo bueno y en lo difícil. Y aunque el tiempo me ha ayudado a ver muchas cosas con más claridad, hay algo que sigue igual: lo que siento por ti no ha desaparecido nada.

Sé que cometimos errores pero también sé que hubo amor del verdadero. He crecido desde que no estás. He aprendido cosas sobre mí que antes no entendía, y ahora veo con más humildad y empatía lo que tú también viviste estando conmigo. No estoy buscando repetir lo mismo, sino construir algo nuevo, más maduro, más real.

No quiero presionarte, ni convencerte de nada. Solo quería que supieras que, si aún hay algo dentro de ti que se pregunta "¿y si lo intentamos de nuevo?", estoy aquí esperando.

Si no es ahora, si no es nunca, lo entenderé. Pero si hay una mínima posibilidad, quiero intentarlo.

Hola,

No sé si esperabas estas palabras, pero hoy sentí la necesidad de escribirte esta carta. No creas que quiero remover el pasado, tampoco estoy intentando que hablemos, solo quiero agradecerte.

Gracias por haber sido parte de mi historia. Aunque las cosas no terminaron como imaginamos al principio, lo vivido no se borra ni se niega. Compartimos momentos que fueron profundamente significativos para mí.

Gracias por lo que me enseñaste, incluso sin darte cuenta. Aprendí sobre el amor, pero también sobre los límites, sobre mis sombras, mis luces y todo lo que aún me queda por crecer. Contigo descubrí cosas de mí que de otra forma no habría descubierto.

Gracias también por los días buenos, por las risas, los abrazos sinceros, las conversaciones largas y por esos pequeños detalles que en su momento me hicieron sentir vista y querida. Fueron reales, y los guardo con gratitud.

Te deseo paz, amor y claridad en tu camino. Y desde este lado, me quedo con lo bueno, con lo aprendido, y con un sincero “gracias” por haber sido parte de mi vida.

Necesitaba escribirte, lo siento pero es que no podía aguantar más. Necesitaba enviarte esta carta, aunque sea para vaciar un poco lo que todavía pesa en mí.

A veces me descubro recordando detalles tan pequeños como la forma en que me mirabas cuando creías que no me daba cuenta, o cómo sabías exactamente cuándo abrazarme sin que yo lo pidiera. Es curioso cómo, incluso ahora, esos recuerdos siguen vivos, como si mi corazón se negara a soltar del todo.

No te escribo para pedir que vuelvas ni para reabrir heridas. Te escribo porque fuiste alguien importante, y sería injusto callarme lo que todavía habita en mí. Me dolió nuestra distancia, me dolieron las palabras que no dijimos, las batallas que perdimos por orgullo o por miedo. Pero más que eso, me dolió perder a la persona que una vez fue mi refugio.

Aun así, quiero que sepas algo: no te guardo rencor. En medio del dolor, también crecí. Y parte de ese crecimiento se lo debo a lo que fuimos. Gracias por los días buenos, por la ternura, por hacerme sentir especial en esos momentos en que más lo necesitaba. No fue perfecto, pero fue real.

Solo deseo que, cuando pienses en mí, lo hagas sin rabia ni tristeza. Que recuerdes que alguien te amó con todo, sin condiciones, incluso cuando no supo cómo sostenerse a sí misma.

Y si alguna vez, en medio de una canción, un aroma o el silencio de la noche, te llega este recuerdo, que te abrace como un susurro: te quise de verdad.

Me dolió perderte, no lo niego. A veces me descubro pensando en lo que fuimos, en lo bonito que tuvo todo eso, y también en los silencios que terminaron alejándonos. Pero no te escribo para buscar culpas. Solo quería reconocer lo real que fue, lo importante que fuiste para mí.

Espero que estés bien, de verdad. Que encuentres paz, alegría, y que alguien te mire con la ternura que mereces.

Cuídate mucho.

Para ti, que no supiste cuidar lo que tenías.

No suelo escribir con rencor, pero esta vez no voy a disfrazar lo que siento. Me fallaste. No solo rompiste la confianza entre nosotros, traicionaste algo que yo cuidé con el corazón: nuestra relación y nuestro amor. Fuiste desleal, no solo con tus actos, sino con cada mentira que me miró a los ojos mientras jurabas ser sincero.

No me debes explicaciones, las señales ya dijeron todo. La infidelidad no fue un error, fue una elección, y detrás de esa elección quedé yo: con el corazón roto.

No espero disculpas, no busco respuestas. Esta carta no es para abrir un diálogo, es para cerrar una puerta. Porque merezco algo mejor. Alguien que entienda el valor de la lealtad, que no juegue con lo que siente otra persona.

Gracias por mostrarme quién eras en realidad. Me liberaste, aunque no como esperabas. Me voy con dignidad, y con la certeza de que algún día esto dejará de doler.

Adiós.

Hola, tú. Sí, tú… el que fue mi crush.

No te asustes, no voy a declararme (otra vez). Solo quería escribirte algo que llevaba tiempo rondando en mi cabeza… Y no, no es otra indirecta.

¿Sabes qué es lo curioso? Que aunque nunca pasó nada serio entre nosotros, ocupaste bastante espacio en mi mente. Y no me arrepiento. Porque aunque solo fuiste un “casi”, me hiciste sonreír como si ya fueras un “todo”.

Hubo algo en ti —esa mezcla de humor, mirada cómplice y sonrisa descarada— que me desarmaba un poquito cada vez. Me gustaba tenerte cerca, aunque fingiera que no me importabas tanto (spoiler: sí me importabas).

Hoy te escribo sin segundas intenciones, sin drama, sin tristeza. Solo para agradecer ese pequeño caos que fuiste, ese suspiro tonto que no se convirtió en historia. Porque a veces basta con eso: con haber sentido.

Y entre nos, si un día te da por pensar en mí… sonríe. Que yo ya lo hice mientras escribía esto.

Hola...

He pensado mil veces si debía escribirte esto, si tenía sentido abrir de nuevo lo que quedó en silencio. Pero hoy no quiero callarme más.

Aún te amo. Así, sin adornos ni vueltas. No sé en qué momento exacto se volvió amor, pero tampoco he encontrado cuándo se fue… porque no se ha ido.

No escribo esto para pedirte nada, ni para que vuelvas... Solo quiero ser sincera, por mí, por lo que fui contigo y por lo que aún siento. A veces el amor se queda incluso cuando las personas se van, y eso, aunque duela, también tiene su belleza.

Te extraño. Extraño hablar contigo de cosas simples, esas conversaciones que no eran importantes para el mundo pero lo eran todo para mí. Extraño tus abrazos, los silencios cómodos, las bromas tontas que solo tú entendías.

No sé qué pienses tú... pero quería que supieras esto. Que alguien allá afuera, todavía te ama, sin rencores, sin condiciones. Y que si algún día necesitas volver a mirar hacia atrás, aquí estaré, con el corazón abierto, aunque sea solo para despedirte mejor.